viernes, 5 de septiembre de 2014

Trece truenos y una luna color violeta.

Como nunca conocí hasta entonces,
marengo el cielo tronó trece veces,
mientras tanto, rincones de ciudad,
veían morir cenizas de piedad,
veían envejecer la juventud.
El odio arrasaba como alud;
mientras otros lloraban yo he creído,
mientras vivían amor, viví olvido.
Como nunca antes vio un par de ojos,
ni desde las Ramblas ni desde el Soho,
se disfrazo la luna de violeta,
más nadie la cruzó en bicicleta;
mientras tanto en algún cementerio,
yace algún monarca, ya sin su imperio
yace un mendigo, ya no tiene frío.
Falta al cuarteto un violín, es un trío;
también le falta al cigarro su fuego
sin él cambian las reglas del juego.
Pero el hombre nunca oyó tantos truenos,
los colores del astro fueron menos.
Y así se concluye esta alegoría,
curioso mundo, quien lo inventaría.

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