martes, 9 de septiembre de 2014

Soneto VIII. La dama.

El amor es su fruta prohibida,
del matrimonio siente cierto anhelo,
si es sincero un cumplido es su consuelo,
ve del cariño una causa perdida.

La grosería es rutina en su vida;
está harta, quiere huir, alzar el vuelo,
romper de la vulgaridad el velo,
volver a querer y a ser querida.

La calle es su inmensa oficina,
la noche es su más fiel compañera;
siempre carmín las de queratina.

El rímel la condena, ya no llora.
Se toma un whisky, hoy quiere ir más fina,
Afuera la esperan, va a ser la hora.
 

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