miércoles, 1 de octubre de 2014

Relato de un preso y de la monotonía y crudeza de su rutina.

Otro día que has amanecido,
rodeado de barrotes de metal,
un día más la rutina del olvido;
un dia menos de espera fatal,
para ser de la muerte el marido.

Hace diecisiete años que te vistes,
robado del cielo la tierra y el mar,
arrojado a este pozo negro y triste.

Echas de menos el olor del azahar
del jardín de la que tanto quisiste.
Quien sabe si aún hoy te podrá recordar.

El alcaide, proscrito del infierno
pregona, cruel, el turno de trabajo.
No tiene piedad, ni carácter tierno,
tú te vas a trabajar cabizbajo
hoy quiere reluciente los servicios.
(Como Augías queria sus establos.)
Quiere hacer de la jornada un suplicio.

¿Qué es la culpa?
¿Qué es temor?
Pide un favor,
toma acción
tendrás suerte.
Grita fuerte:
¡Redención!

Otro día que has amanecido,
rodeado de barrotes de metal,
un día más la rutina del olvido,
un dia menos de espera fatal,
para ser de la muerte el marido.

¿Fue culpabilidad o inocencia?
Lo primero aseguró el testigo de cargo.
Ahora tu libertad está en letargo,
ya nada se remueve en tu conciencia.

Poco importa,
estás preso
tan solo eso.
Quien diría,
lo que ha sido,
ya se ha ido
otro día.

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