Vis a vis, yo y tu fría calavera.
Tus suspiros, ¡menuda paradoja!
tus suspiros que la mentira forja
y que se tropiezan por mi escalera.
Vis a vis, lo de dentro y lo de fuera.
Aún te escribo con seca tinta roja
versos madurados por mi congoja;
congoja que no arde en ninguna hoguera.
Cuando tus labios eran mi Ambrosía,
cuando tus ojos eran mi Leteo
y yo remaba con mi poesía.
Cuando mi corazón no era ateo;
recuérdamelo así, vida mía,
antes de morir mi último deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario